La historia se repite
Octubre 28 de 2009
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En el segundo quinquenio de 1960, cuando se propuso ampliar y construir la Calle Quinta, se presentó una discusión parecida a la que hoy se ha suscitado con motivo de las megaobras y el cobro de valorización. La oposición fue tan fuerte y organizada que se eligieron dos concejales para controvertirla. Cinco años después ocurrió lo mismo, cuando se decretaron las obras del Anillo Central. El periódico que amablemente acoge a este columnista fue un adversario enérgico, ya que inicialmente no estuvo de acuerdo con las obras, y a mí me correspondió ejecutarlas, como director de Valorización, en la Alcaldía de José Vicente Borrero. Toda obra decretada por valorización causa polémica, porque afecta la parte más sensible del ser humano: el bolsillo. Treinta o cuarenta años después, los caleños están satisfechos de que se hubieran construido estas soluciones viales y de que hubiesen prevalecido la sindéresis y el interés por el progreso de Cali. Posteriormente se acometieron importantes obras por valorización, que también suscitaron controversia en menor grado.
Las últimas administraciones dejaron una marcada huella de decepción en la opinión pública. La única obra de trascendencia que acometieron fue el MÍO, que ha generado dudas en el manejo eficiente y transparente de los recursos e insatisfacciones por los atrasos en el tiempo de su ejecución. En consecuencia se vulneró la confianza. Cali se quedó a la zaga en lo concerniente a infraestructura urbana, con respecto a otras ciudades del país, que sí supieron acometer la tarea.
Se ha perdido, en buena medida, la capacidad para atraer la inversión que tuvimos en el pasado. Varias empresas han emigrado hacia otras latitudes. No es fácil atraer ejecutivos exitosos para trabajar en empresas de nuestra comarca. En síntesis, hemos perdido competitividad como centro de desarrollo, lo cual va en detrimento del empleo y del progreso, a pesar de algunos esfuerzos aislados, pero afortunados, como el destacado desempeño del sector universitario y realizaciones de obras visionarias como el Centro de Convenciones y la Clínica del Valle del Lili, para sólo mencionar las más sobresalientes y recientes.
El alcalde Jorge Iván Opina tuvo el valor de proponer un plan de obras ambicioso. Según sus declaraciones, él quiere pasar a la historia con el sello de la P de progreso, en lugar de la P de populismo, no obstante que la primera es arduo alcanzarla y la segunda es ‘mamey’ de lograrla. Su intención es encomiable. De su éxito o de su fracaso personal depende también un nuevo hito de progreso o una nueva frustración para la ciudad, por consiguiente, la crítica debería ser constructiva y no apocalíptica.
Sin embargo, aún subsisten dudas de parte de la ciudadanía, como fruto de la desconfianza en la Administración Municipal como gestora y ejecutora de proyectos y por la escasa divulgación del plan de las megaobras. Hasta ahora el Alcalde ha estado escuchando con atención las objeciones o sugerencias que se le han presentado sobre diversos aspectos de su programa. De su liderazgo y de su orientación depende el éxito del plan de obras, el cual demanda rectificaciones o retoques para llevarlo a feliz término. En fin, existen dudas fundamentadas, que no es del caso enumerar, las cuales exhortan al discernimiento y a la adopción de soluciones adecuadas. Como en el pasado se necesita escuchar, digerir y decidir, sin que lo anterior signifique dejar de hacer, sino hacer lo que más convenga para la ciudad...
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