LA SUMISIÓN DEL CORISTA
Diciembre es un mes muy especial para las personas progresistas, porque el 10 de diciembre de 1948, en las Naciones Unidas se firmó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. No fue por su puesto un regalo que le concedieron los poderosos a los humildes, sino el reconocimiento a los siglos de lucha que han librado los humanistas, jacobinos y revolucionarios de las más diversas tendencias. El documento no es muy extenso pero vale la pena conocerlo para vislumbrar el camino hacia un mundo mejor. Así por ejemplo se lee en su artículo 19 lo siguiente: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”. Ahora bien, habría que preguntarnos si en Colombia, la “democracia más antigua de América Latina”, gozamos de tal derecho. Para dar una buena respuesta hay que mirar las cosas en su integridad y no decir verdades a medias. Lo primero que yo recuerdo sobre la vida política de esta nación es el gobierno de Turbay Ayala, cuando se perseguía y torturaba a los que tildaban de subversivos, recuerdo el exilio y muerte de la escultora Feliza Bursztyn. Luego vino el exterminio de todo un partido político legalmente constituido, como lo fuera la Unión Patriótica. Posteriormente aparecieron los paramilitares para liquidar periodistas, dirigentes sindicales, profesores e incluso al que fuera un autentico humorista, Jaime Garzón. Así es como la élite nacional ha venido acribillando el disenso y ha dejado, a quienes desean expresarse, como única posibilidad, la estrategia de la sumisión del corista. El miedo al exterminio físico o al macartismo, han hecho que los columnistas, “analistas” y gentes del común simplemente repitan en coro la misma partitura. Puede que alguien desentone un poco, pero a los del poder filarmónico (léase económico) no les preocupa por cuanto en medio del barullo que ellos organizan, pasa desapercibido sin causar daño y porque saben que tarde o temprano el sentimiento de culpa hará que dicho individuo vuelva a la tonada dominante. En esta tarea de formar la mente de los coristas, y para la promoción de las verdades oficiales, juegan un papel muy importante el control que ejercen los grandes industriales sobre los medios masivos de comunicación, pues ellos han construido la sincronía perfecta que hoy vemos entre los “formadores de opinión”. Para constatarlo basta con saltar con el mando a distancia, entre los noticieros de RCN y Caracol. De manera que la libertad de informarse y ser informado, está secuestrada por la ley del mercado. Pero, una cosa más, la libertad de expresión también tiene que ver con el derecho a tener una educación general de buena calidad que les permita a los ciudadanos: tener un criterio propio de las cosas y tomar distancia de los embustes que se difunden en la prensa, la radio, la televisión y el Internet.
Coletilla. Como un homenaje a quienes han luchado por nuestros derechos, deberíamos leer la Declaración Universal en cada uno de sus artículos y confrontarla con la realidad que vivimos, día a día.
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